Cuenta la escritora Marianne Williamson ("La edad de los milagros") que cuando pequeña sus padres la llevaban a un restaurante que en la noche decoraban con luces y burbujas de colores. Ante sus ojos de niña era mágico. Mientras todos cenaban ella se dejaba llevar por su imaginación.
Este relato me recuerda la fascinación que el nacimiento con sus
personajes y luces tenían cuando yo era pequeña. Pasaba largo tiempo
contemplándolo e imaginando lo que hablaban y hacían sus pequeños personajes
bajo la iluminación tenue de los bombillos multicolores.
Han pasado cualquier cantidad de años y
siento exactamente la misma emoción ante la vista del portal que todos los años
hacemos en Navidad. Incluso la pregunta cajonera se repite siempre cuando lo
hemos terminado:
_ ¿Cuál de
todos esos personajes te gustaría ser?
Y revisamos
cada uno de ellos, valoramos lo que hace y hasta donde está ubicado, y al final
decidimos…Pero muy al final…cuando con
nuestra imaginación puesta en el pastor, o en el chico con el perro, en el
pintor, en la niña o en su mamá decorando el árbol,…dejamos de ser nosotros y
hemos sido por un lapso de tiempo, alguno de ellos.
A medida que
crecimos fuimos desencantado la vida. Tal vez, a nuestra mediana edad, sea
conveniente volverla a encantar. Y decidirnos al fin, vivir de otra manera los
valiosos años que nos quedan…siendo lo que queremos ser y haciendo lo que
queramos hacer, con amor, pasión y un poco de magia de la que nuestra imaginación siempre nos puede proveer. ¡Feliz Navidad!
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