Mitos griegos, historias y más...

Mitos griegos, historias y más...

jueves, 23 de abril de 2020

La Oración de la Rana





La  Oración de la Rana


Una noche, mientras se hallaba en oración, el hermano Bruno se vio interrumpido por el croar de una rana. Pero al ver que todos sus esfuerzos por ignorar aquel sonido resultaban inútiles, se asomó a la ventana y gritó: _“¡Silencio! ¡Estoy rezando!”.


Y como el hermano Bruno era un santo, su orden fue obedecida de inmediato: todo ser viviente acalló su voz para crear un silencio que pudiera favorecer su oración.


Pero otro sonido vino entonces a perturbar a Bruno: una voz interior que decía: “Quizás a Dios le guste tanto el croar de esta rana como el recitado de tus salmos…”


_“¿Qué puede haber en el croar de una rana que resulte agradable a los oídos de Dios?” _fue la displicente respuesta de Bruno. Pero la voz siguió hablando: “¿Por qué crees tú que inventó Dios el sonido?


Bruno decidió averiguar el porqué. Se asomó de nuevo a la ventana y ordenó: “¡Canta!” Y el rítmico croar de la rana volvió a llenar el aire con el acompañamiento de todas las ranas del lugar. Y cuando Bruno prestó atención al sonido, éste dejó de crisparle, porque descubrió que, si dejaba de resistirse a él, el croar de las ranas servía, de hecho para enriquecer el silencio de la noche.


Y una vez descubierto esto, el corazón de Bruno se sintió en armonía con el universo, y por primera vez en su vida comprendió lo que significa orar. (Anthony del Mello. La Oración de la Rana I).


domingo, 12 de abril de 2020

Las Campanas del Templo




El templo había estado sobre una isla, dos millas mar adentro. Tenía un millar de campanas. Grandes y pequeñas campanas, labradas por los mejores artesanos del mundo. Cuando soplaba el viento o arreciaba la tormenta, todas las campanas del templo repicaban al unísono, produciendo una sinfonía que arrebataba a cuantos la escuchaban.




Pero, al cabo de los siglos, la isla se había hundido en el mar y, con ella, el templo y sus campanas. Una antigua tradición afirmaba que las campanas seguían repicando sin cesar y que cualquiera que escuchara atentamente podría oírlas. Movido por esta tradición, un joven recorrió miles de millas, decidido a escuchar aquellas campanas. 





Estuvo sentado durante días en la orilla, frente al lugar en el que en otro tiempo se había alzado el templo, y escuchó, y escuchó con toda atención. Pero lo único que oía era el ruido de las olas al romper contra la orilla. Hizo todos los esfuerzos posibles por alejar de sí el ruido de las olas, al objeto de poder oír las campanas. Pero todo fue en vano; el ruido del mar parecía inundar el universo.





Persistió en su empeño durante semanas. Cuando le invadió el desaliento, tuvo ocasión de escuchar a los sabios de la aldea, que hablaban con unción de la leyenda de las campanas del templo y de quienes las habían oído y certificaban lo fundado de la leyenda. Su corazón ardía en llamas al escuchar aquellas palabras... para retornar al desaliento cuando, tras nuevas semanas de esfuerzo, no obtuvo ningún resultado.




Por fin decidió desistir de su intento. Tal vez él no estaba destinado a ser uno de aquellos seres afortunados a quienes les era dado oír las campanas. O tal vez no fuera cierta la leyenda. Regresaría a su casa y reconocería su fracaso. Era su último día en el lugar y decidió acudir una última vez a su observatorio, par decir adiós al mar, al cielo, al viento y a los cocoteros. 




Se tendió en la arena, contemplando el cielo y escuchando el sonido del mar. Aquel día no opuso resistencia a dicho sonido, sino que, por el contrario, se entregó a él y descubrió que el bramido de las olas era un sonido realmente dulce y agradable. Pronto quedó tan absorto en aquel sonido que apenas era consciente de sí mismo. Tan profundo era el silencio que producía en su corazón...




¡Y en medio de aquel silencio lo oyó! El tañido de una campanilla, seguido por el de otra, y otra, y otra... Y en seguida todas y cada una de las mil campanas del templo repicaban en una gloriosa armonía, y su corazón se vio transportado de asombro y de alegría.




El Maestro dice:
Si deseas escuchar las campanas del templo, escucha el sonido del mar. Si deseas ver a Dios, mira atentamente la creación. No la rechaces, no reflexiones sobre ella. Simplemente, mírala.

Anthony de Mello en "La Canción del Pájaro"


Cada quien puede hacer una reflexión sobre lo que representa personalmente adentrarse en los ámbitos naturales.


Las imágenes hacen referencia a hermosos templos en las islas griegas: Santorini y Miconos

lunes, 6 de abril de 2020

Los Turistas / El Científico



Los Turistas



Un grupo de turistas había quedado aislado en un lugar desértico, y como no tenían más víveres que unas latas de conserva cuyo plazo de caducidad ya había expirado, decidieron dárselos a probar antes a un perro, el cual pareció comerlos con gusto y no padecer ningún tipo de efectos.




Pero al día siguiente se enteraron de que el perro había muerto, y todo el mundo presa del pánico. Muchos comenzaron a vomitar y a quejarse de fiebre y disentería.




Consiguieron hacerse con los servicios de un médico para que tratara a las víctimas del envenenamiento. El médico quiso saber qué le había ocurrido exactamente al perro, para lo cual se hicieron las debidas pesquisas. Y un vecino del lugar, que lo había visto casualmente, dijo: Ah, ¿el perro? Anoche fue atropellado por un automóvil.





El científico

Tibet / Palacio Potala


Un científico se había pasado diez años investigando la posibilidad de transformar el agua en petróleo . Estaba convencido de que todo lo que necesitaba para llevar a cabo la deseada transformación era una sola sustancia; pero por más que lo intentó la fórmula se le resistía.


Tibet


Un día se enteró de que en las montañas del Tibet vivía un Lama que lo sabía todo y podía revelarle la fórmula que andaba buscando.


Tibet

Pero tenía que cumplir tres condiciones debería viajar hasta allí completamente solo, y el viaje era muy peligroso, debería ir a pie y el viaje era largo y penoso, y si conseguía llegar hasta el Lama  no podría hacerle más que una sola pregunta.


TIBET

Le llevó una serie de largo y penosos meses cumplir las dos primeras condiciones. Y cuando logró llegar al la presencia del Lama, se llevó la sorpresa de su vida al comprobar que se trataba no de un anciano con barba y lleno se arrugas sino de una joven y atractiva mujer  mucho más hermosa que cuánto él hubiera podido imaginar.


PALACIO POTALA / TIBET

Ella le sonrió dulcemente y, con una voz que a él le pareció celestial le dijo_ ¡Enhorabuena, viajero! Has logrado llegar a esta verdadera fortaleza. Ahora dime: ¿Cuál es tu pregunta?




Y para su sorpresa, el científico se oyó a sí mismo decir: _¿Señora, puedo saber si está usted casada? 



Para el Club del Libro y a quienes interese:
Vincule la realidad versus sentimientos y emociones en estos tres cuentos: Los Turistas, El Científico y El espejo infiel...











jueves, 2 de abril de 2020

Lectura: El Espejo Infiel





Érase una vez un poblado situado en las montañas que tenía la particularidad de no conocer el mundo de los espejos. Por alguna razón desconocida, ningún habitante de aquella comunidad se había visto reflejado en uno de ellos, debido quizás a las lejanas distancias que los separaban del resto del mundo civilizado. Un día Ismael, que tenía fama de curioso, decidió adquirir esa misteriosa cosa llamada “espejo” que, según decían sus antepasados, tenía la capacidad de reflejar a la persona que lo miraba. Así pues, Ismael encargó uno de estos objetos a un comerciante que cada siete años solía viajar por los valles. Pasado el tiempo, el comerciante le hizo llegar su encargo bien envuelto y protegido. Ismael entonces, presa de la emoción, corrió al sótano de su casa y lo desenvolvió con cuidado. Finalmente, cuando lo hubo abierto y examinado, ¡Oh, sorpresa!, ante su asombro, en aquel extraño objeto apareció la imagen de su padre. Ismael, atónito, lo volvió rápidamente a envolver y se retiró visiblemente pensativo. Aquella noche, mientras dormía junto a su esposa, se despertó inquieto y decidió volverse a mirar en el espejo recién traído. Descendió silencioso al sótano y tras desenvolver aquella extraña cosa, volvió a contemplar de nuevo, no sin asombro y sorpresa, la imagen de su padre. Y así, noche tras noche, Ismael descendía sigiloso al sótano con el fin de asistir a la aparición de una imagen que no cesaba de repetirse y que tanto le emocionaba. 





Una noche su esposa, Astrid, observando las salidas nocturnas que Ismael realizaba, llena de inquietud y sospechas, decidió seguirle, no sin temer el infiel encuentro de su marido con otra mujer más joven y hermosa. Cuando observó que éste gesticulaba ante un oscuro rincón de la estancia y se retiraba de nuevo a su cama, tuvo deseos de comprobar qué era aquello capaz de inquietar tanto a su pareja. “Seguro que tenía que ver con otra mujer”, pensó. Así que decidió volver al día siguiente, cuando su marido no se encontrase en la casa. De esa forma investigaría con tranquilidad aquel misterioso objeto que se encontraba en el sótano de su propia casa. A la mañana siguiente, Astrid bajó apresuradamente y desenvolviendo con cuidado aquello… ¡Oh, sorpresa!, sus sospechas se vieron fundadas, ya que lo que vio allí era, efectivamente, otra mujer más joven y hermosa que, por lo que dedujo, tenía todas las trazas de ser el nuevo sueño de amor de su esposo. 



Aquella noche, cuando Ismael llegó a su casa, Astrid, presa de indignación, le desveló el secreto, diciéndole: – Me estás siendo infiel; he descubierto que todas las noches bajas al sótano y contemplas a esa mujer que aparece en el objeto que guardas envuelto con tanto cuidado. A lo que Ismael contestó: – Estás en un error, Astrid, no se trata de ninguna mujer… Ese objeto es un espejo que, según se afirma en tierras lejanas, refleja a cada cual, pero en este caso sorprendentemente lo que se contempla cuando me miro en él es la imagen de mi padre… – Ni hablar- le interrumpió ella, presa de agitación y cólera-. Me estás mintiendo. Yo he visto con mis propios ojos la imagen clara de otra mujer, que por la forma de mirar y moverse tenía todas las trazas de ser tu amante. – Bajemos y comprobarás que no es cierto lo que dices –repuso él-. Es mi padre el que aparece en el objeto; ninguna mujer he visto jamás en el mismo.





 Astrid consintió en la prueba; una vez que descendieron y se observaron, Ismael seguía viendo a su padre y Astrid a la joven muchacha, con lo que el conflicto y la confusión inundaron aquella casa… de pronto, Ismael propuso: – Astrid, solicitemos el fallo del sabio anciano. Seguro que su visión nos permitirá hallar la verdad y recuperar la calma. Astrid aceptó el juicio del anciano, y ambos se dirigieron hasta el mismo y expusieron sus contrariedades, pidiéndole que se asomase al objeto y dirimiera si lo que allí aparecía era el padre que viera él o la joven que contemplaba ella. El anciano asintió y, tras llegar a la casa y reflejarse en el objeto, dijo: – Ni es el padre de Ismael ni la mujer que sospecha Astrid… Aquí lo único que se ve es un anciano.  
Cuentos para Aprender a Aprender
José María Doria