Mitos griegos, historias y más...

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miércoles, 6 de mayo de 2020

El hombre, ¿es el lobo del hombre?


El hombre, ¿es realmente el lobo del hombre?




El invierno canadiense era implacable . Hacia ya nueve días que la jauría recorría de un lugar a otro los interminables bosques y estepas sin poder descubrir sobre la nieve ni la más insignificante huella de una posible presa.
Hocicón, el perro que ocupaba el cuarto lugar jerárquico en la manada, acababa de tomar la cabeza de la marcha, seguido por los demás en fila india y cuidando de colocar sus patas exactamente en la huella del guía. De pronto, Hocicón se precipitó entre unos arbustos y surgió casi de inmediato con una liebre entre las fauces.




De pronto, Lumpi. el segundo jefe de la jauría, se precipitó hacia él dispuesto a arrebatarle la presa. Ambos se gruñeron ferozmente mostrándose los dientes con los pelos erizados. Todo parecía indicar que iba dar comienzo una lucha a muerte.
En ese mismo instante, Primus, el jefe de la jauría , se colocó entre ellos como si quisiera separlos. Lo hizo sin rabia ni amenazas. Se puso a girar en torno de Lumpi como si quisiera invitarlo a jugar. Al cabo de unos segundos ambos lobos se revolcaban sobre la nieve jugando alegremente. Mientras tanto, Hocicón pudo devorar tranquilamente y en pocos segundos la liebre que acababa de cazar.



Cuando Primus era todavía cachorrillo no poseía la menor señal de un instinto de represión que le impidiera morder a los otros lobos. En pleno juego mordía con fuerza las patas delanteras de su padre. Pero inmediatamente, éste le devolvía el mordisco con fuerza, infringiéndole un castigo que lo marcaría para siempre. Así aprendió que durante el juego no debía morder con fuerza si no quería exponerse al riesgo de ser mordido a su vez.





Este es el principio básico del instinto de represión que impide que los lobos adultos de una misma jauría se muerdan entre sí. Este instinto de represión falla cuando se trata de una lucha por el espacio vital contra otros lobos ajenos a la manada, en las peleas para imponerse en la jefatura o para la expulsión de aquellos que se han convertido en inútiles o peligrosos para la unión del grupo y no hacen nada más que comer sin dar nada a cambio. Los casos que terminan con la muerte de uno de los contendientes no son la regla como nos lo han querido hacer creer.

Tomado del libro del etólogo alemán Vitus B. Droscher: "Perro que ladra también muerde."


Relacionar el título del relato de esta entrada, con las comunidades humanas. 

De los siguientes refranes sobre animales cuáles cree usted que son falsos y cuáles ciertos según su experiencia o lo que ha oído:

Se baña como un gato (poco).
Perro que ladra no muerde.
Como un elefante dentro de un bazar (que todo lo arruina).
Más tonto que un asno.
Una golondrina no hace verano.

Puede agregar algún refrán de su propia cosecha, para comentarlo.
                             

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